Un buen tutor es aquel que lleva a cabo una buena acción tutorial, es decir, aquel que en colaboración con el resto de profesores y profesionales del centro garantizan el éxito de la educación y hacen que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea lo más efectivo posible, y siempre adaptándose a las necesidades y ritmos de aprendizaje de sus alumnos.
Un tutor ideal debe realizar un acompañamiento social, afectivo y cognitivo de alumno, atender a sus necesidades sociales, afectivas y cognitivas, establecer un clima de confianza y un ambiente óptimo en el aula, contribuir a la buena relación e interrelación entre los integrantes de la comunidad educativa, etc. Además, debe cumplir tanto con sus funciones como con sus deberes establecidos en la ley.
Del mismo modo, un buen tutor tiene que colaborar y coordinarse tanto con las familias, como con otros profesionales del centro o equipo docente, para conseguir un mayor desarrollo de los niños, ya que se detectan más fácilmente las dificultades, pudiendo hacer hincapié en ellas aplicando las medidas de actuación o prevención que mejor se ajusten a ellas.
Por último un tutor tiene que ser empático, tolerante, humilde, paciente, seguro de sí mismo, responsable, que se dedique a ello por vocación, que disfrute de su trabajo, que fomente la cooperación, que transmita confianza, que conozca a sus alumnos, etc., porque sin estas cualidades principales, ni alumnos ni profesor van a disfrutar del proceso tan bonito que es la educación.
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